sábado, 27 de agosto de 2011

La Molle Antonelliana - Museo Nazionale del Cinema de Turín



Cualquiera que viaje a Turín podrá ver muchos edificios de arquitectos de primera línea, tales como Guarino Guirini o Filippo Juvarra, pero seguramente habrá uno que le sea familiar, sobre todo si el viajero es de la Comunidad Económica Europea. Se trata de la Molle Antonelliana, cuya cúpula es la imagen de las monedas de 2 céntimos de Italia además de haber sido el icono de los Juegos Olímpicos de Invierno que se celebraron en 2006 en la ciudad piemontesa.

En origen fue proyectada como sinagoga para la comunidad judía torinesa, pero la complicada relación entre ésta y el arquitecto llevaron a la paralización de las obras en 1869 tras la modificación de la altura del proyecto, que alcanzaría los 113 metros, 47 más de los proyectados. Sin embargo, el edificio puedo ser finalizado gracias a que la ciudad cambió unos terrenos cercanos al Parco Valentino por el edificio, que finalmente alcanzó 167 metros de altura.



Desde 1908 hasta 1938 albergó el Museo del Risorgimiento, hoy en el Palazzo Carignano, y en 1953 una tormeta destruyó 47 metros del pinaculo. La vida de la Molle no ha sido fácil, pero desde 2000 vuelve a ser visitable para el público gracias a la apertura del Museo Nazionale del Cinema, una joya y visita ineludible para los amantes de séptimo arte.

El recorrido comienza con las salas dedicadas a los orígenes del cine, con todas las invenciones que hicieron  que imagenes  sin movimiento pasaran a tener vida durante unos instantes. Lo mejor de todo no es que sólo se expongan estos objetos, si no que se explican las leyes de la óptica por las que se rigen y se muestra el funcionamiento de los mismos.

Tras ello, y con un recorrido horizontal y no vertical, se recorre el perimetro del edificio pasando por diversas áreas en las que se mezcla material original de algunos de los mitos del cine, no sólo italiano, con escenografías en las que se proyectan escenas de diversas películas, algunas son clásicos, otras menos conocidas hasta el momento de la visita.



Aunque todo el museo es interesante, hay dos elementos que nos llamaron particularmente la atención. El primero fue que en el hall del edificio hay butacas reclinadas con altavoces integrados en el cabecero, que te permiten ver las escenas, seleccionadas por categorías de películas, que se proyectan en dos grandes pantallas, y también aquellas que se proyectan en la cúpula. El segundo se trata del ascensor que conduce hasta lo alto del edificio, que en vez de hacerse por el interior de la cúpula se eleva desde el centro del edificio, por lo que parece que estemos en una película futurista, y nos lleva hasta el exterior de la misma, donde las vista sobre la ciudad tan sólo compiten con aquéllas que ofrece la Basílica de la Superga.

Si vais a Turín os recomendamos que visitéis este museo, pero que lo hagáis sin prisa ya que merece la pena fijarse en cada detalle y estar un buen rato tumbados, viendo escena tras escena.