domingo, 31 de julio de 2011

La Rimini de Amarcord

Un aviso para los cinéfilos: la Rimini de Amarcord no existe, es más, nunca existió. Quien busque los escenarios en sus calles apenas encotrará más vestigio que la fuente octogonal de la plaza. Como bien anunció Fellini con la elección del título, "Mis recuerdos", que es eso lo que significa Amarcord, la película es una combinación de recuerdos oníricos y nebulosos desde Roma de la entonces ya lejana adolescencia, y la ciudad que aparece no sigue ni pretende seguir un estudio urbanístico fidedigno, sino que es como se materializa en la memoria del director. La Rimini de Amarcord es la Rimini de Fellini, aunque, en realidad, la real es más bonita que la onírica felliniana.


La ciudad ha cambiado desde esos lejanos y ensoñados años treinta, y el barrio donde nació y se crió el niño Federico es una buena muestra de esa transformación. En Borgo San Giuliano ya no viven marineros, pero para mantener el recuerdo de esa esencia ligada al mar han colocado placas de cerámica en las casas que fueron habitadas por los útlimos marineros. Las fachadas están pintadas de vivos colores y, en los últimos años, muchas de ellas han sido decoradas con pinturas de temas naturalistas o fellinianos. 


 El resultado es un paseo muy agradable por un barrio tranquilo, pintoresco y encantador, pero completamente ajeno a la memoria de Amarcord. Y quizás es mejor así, porque los recuerdos de la infancia nunca son como fueron, y así es Amarcord.