martes, 2 de agosto de 2011

Viajando por la Romagna


Aprovechando el buen tiempo y alguna que otra oferta, como el 2x1 del "sabato italiano" de Trenitalia, decidimos que ya era hora de hacer un viaje a la Romagna. De sábado a sábado es un buen viaje, pero no lo suficientemente largo como para conocer la mayoría de los lugares interesantes, ya que la zona es muy rica en historia y patrimonio. 

La selección de ciudades no fue del todo fácil, siempre cuesta tener que rechazar destinos, algunos tan interesantes como Parma, pero el descarte era obligatorio, por lo que, con cierto pesar por lo eliminado, decidimos visitar la mitad oriental de la región y, así, poder hacer alguna parada en la playa, al fin y al cabo era ya mediados de julio. Así que, partiendo siempre de Roma, nos decantamos por dos puntos en los que pernoctar, Bologna y Ravenna, y desde allí organizar las excursiones, cuyos destinos fueron Forlì, Ferrara, Rimini y un momentáneo cambio de país con San Marino.

La zona más occidental aguarda nuestra visita en un próximo viaje, el último de este ciclo italiano, que realizaremos a principios septiembre, justo antes de volver a Sevilla.

Éste es mi breve resumen de las ciudades por las que pasamos durante este viaje:

Soportal medieval de Bologna
Hay que reconocer que la primera impresión que nos causó Bologna dejó mucho que desear, una ciudad universitaria semi-vacía y con un olor... poco agradable. Los demás días mejoró considerablemente, quizás no tanto el olor pero sí las personas que paseaban por las calles. Su perfil plagado de torres, San Petronio, San Domenico, el pequeño oratorio de Santa Cecilia, Piazza Maggiore y el complejo de iglesias de San Stefano, sin duda lo más significativo de la ciudad y lo que la convierte en digna de ser visitada. San Francesco está cerrado por obras, pero apuntaba como lugar de interés, esperemos que la próxima vez esté abierta, aunque sea en parte.

Forlì es un destino completamente eliminable de cualquier itinerario, la guerra hizo estragos en ella y apenas queda nada interesante que visitar, salvándose, quizás, San Pellegrino y San Mercuriale. 

Ferrara es otro cantar, se merece un post sólo para ella, o más de uno. Un lugar para volver, llena de palacios, muchos de ellos visitables, y el Castello Estense con foso y puertas levadizas incluidas. Una mención especial se merece su imponente Catedral, por fin con fachada marmórea original y nada de recreación medievalista decimonónica. Atención a sus columnas fantásticas de formas imposibles en el lateral. 

Catedral de Ferrara


Escudo Malatesta en Castel Sismondo, Rimini
De Rimini y Ravenna ya he escrito algo, pero no me cansaría fácilmente de hablar de ellas. Son ciudades con encanto, de esas en las que se está a gusto simplemente paseando. De Rimini cabe destacar el Castel Sismondo y, como sitio increíble, el paganísimo Tempio Malatestiano, un lugar que no se comprende en las fotografías. De Ravenna, sus maravillosos mosaicos, la Catedral y Piazza Maggiore.

Y San Marino, ese minúsculo y encantador país compuesto por nueve pueblos, con su capital en la cima de un monte, el Titano. Su visita supone un día distino, un poco diferente a todo, destacando las vistas imponentes que llegan al mar, sus dos castillos y, en general, ese aire medieval y ajeno al tiempo que te envuelve. 

Y quedan las playas... Aquí sí tenemos una gran queja. Tenía una ilusión especial por ir a la de Rimini, evocando quizás Amarcord, pero la arena ha sido completamente invadida por tumbonas privadas, dejando unos escasos metros junto a la orilla para el paseo, y obligando, a los que no pretenden pagar por tomar el sol, a ocupar un reducido y marginal espacio en una esquinita, junto al espigón, la llamada "spiaggia libera". En Marina di Ravenna, en cambio, la situación se suavizó y entre los grupos de tumbonas habían dejado huecos suficientes para extender la toalla sin miedo a que te multaran.

Rocca Cesta, en San Marino

Este es el resumen de nuestro viaje a la Romagna. Un último consejo para el afortunado que se pase por esta interesantísima región: es más que recomendable sustituir esos días la pizza por la piadina, una especie de torta de pan ácimo doblada por la mitad y rellena de casi cualquier cosa, que caliente se convierte en un manjar.